Con una costra de desdén fermentado,
Sentado en una silla ancha como el mundo,
Esperando lo predeciblemente vano,
Llevando un torniquete en el alma…
Abro los ojos a través de las falanges y canto.
Romperé mis alas de gorrión.
Me lanzaré hasta los infiernos.
Llamas, Risa, llanto y subir.
Subir por la kárstica pendiente de los años.
Descubriendo malezas, arrancando espinas.
Aferrándome con manos sangrientas a las duras rocas calcificadas.
Pasaré sobre los muertos de a medio camino.
Esos que se conformaron con mirar de reojo la penumbra de lo desconocido.
Con sus huesos insepultos me abriré paso.
Buscando el los cajones las extremidades de mis silencios.
Subir
Subir
Subir hasta llegar.
No para ser mejor sino para ver más.
Para cambiar a mí albedrío el orden de las cosas
Para crecer impávido entre las penas.
Para conjugar oraciones y tiempos nuevos desde cero.
Llegaré al fin a donde quiero y escribiré con sangre un verso en la sima.
No será desde esta silla
Que me va pareciendo cada vez menos ancha.