8 de agosto de 2016

[Cuento] El Trafago

Por: Arki

“No Cruzar”. Es lo que decía el rótulo con letras grandes y fondo verde que se alzaba sobre la cabeza de Baltazar al llegar al cruz calle.
Aparentemente era igual a los demás. Tan común, tan verde, tan aburrido. Pero,… al mirarlo con detenimiento, este tenía una diferencia inusual. Nunca lo había visto.
Cayó en la cuenta de que había visto muchos rótulos similares calles atrás, pero sin percatarse de lo que decían.
Había estado caminando más de dos horas desde que sus amigos lo despidieron con Júbilo después de la reunión de los jueves. Como siempre reunidos en algún parque, o en la casa de Raul para hablar de cine, música o algún acontecimiento memorable, terminó otra vez obnubilado por los estragos del ron barato y las uvas que poco a poco habían ido desapareciendo y ahora solo eran despojos en su convulsionado estómago.
-Como pude Perderme!
Era la tercera vez que se lo decía a sí mismo, cada vez con más ansia, al irse adentrando en la oscuridad de aquella ciudad lúgubre y desconocida que cambiaba por las noches, tan lejana a la casa donde su madre debía estar calentando los frijoles para que duraran más tiempo en buen estado, su padre orinando en un rincón de la casa antes de irse a acostar. Sus hermanitos terminando uno de sus juegos, haciendo una rabieta por ser hora de ir a la cama.
Buscaba referencias en el mar de luces y autos oxidados, meneando la cabeza como metrónomo descompuesto, cuando tropezó con una silueta que lanzó un bramido indescriptible. Sintiendo el olor azul de la muerte, Baltazar dió un salto e intentó correr. Se dio cuenta de que era una persona.

-Debes tener cuidado muchacho. Esta ciudad Juega malas pasadas.

-Necesito saber dónde estoy.   Dijo Baltazar casi sin voz.

-No.  Dijo la silueta.   -Lo que necesitas, es preguntarte cómo llegaste aquí.

Era Richard, el Loco de la ciudad. Ultrajado por unos, Ignorado por otros, este desgarbado Merlín se paseaba con su cayado adornado de chin chines y Listones durante el Día, Riendo y hablando consigo mismo.
Baltazar lo reconoció, pero esta vez le pareció diferente. Inmediatamente recordó que le pasó lo mismo con el Rótulo verde.Dudo un rato y al cabo preguntó

-No sabes cómo llegar al Bulevar del Ejercito desde aquí?

- Avanza solo hasta el ocaso. Dijo Richard.
-Ahí es donde reposan los obeliscos. Ahí descansan los extraviados versos sangrientos de la madrugada.

En otra ocasión, el carácter alegre de Baltazar hubiera permitido una plática un poco más prolongada, con unas bromas o algún comentario casual, Pero esta vez Richard Lucia Diferente. Sus grandes ojos blancos por la ceguera lucían un color lila de porcelana y los movía como si a través de aquella tenue capa de niebla, hubiera tenido la facultad de ver más de lo que cualquier ángel o demonio se atreviera.
-Va pues Richard…-Dijo Baltazar sin respuesta, Solo con la fija mirada de porcelana, ahora clavada en su mente.
Algo en él cambió. Sintió como si no hubiera necesidad de llegar a ninguna parte.
Su delgada figura siguió sin Rumbo, avanzando por inercia, adentrándose cada vez más en aquella ciudad inundada de humo, lodo. Tráfago de olvido diseminado por las esquinas, Comprendiendo que era solo un fino polvo desperdigado por algún viento en aquel sitio. Viendo sus zapatos remendados mientras caminaba, pateando piedritas abandonadas.
Súbitamente se detuvo al Llegar a un Cruz calle. Vio hacia arriba un rótulo verde que decía "No Cruzar".

 - Las ciudad se mueve. Dijo.
- Se acomoda para no dejarnos salir nunca de ella. Nos va llevando más adentro de sus entrañas hasta que ya no hay salida. Nos hace conocerla, reírnos de ella, conversar de ella y luego nos da el zarpazo. La ciudad Juega.

Recordó los ojos de Richard. Comprendió que Nunca Saldría de Ahí porque simplemente no existía ya un camino de regreso. Nadie puede escapar.

-Bajás bajás y bajás.
-Seré solo como un objeto perdido con una fina capita de Abandono.
-Un tráfago, una sombra un...
Se paró en seco, por un momento pensó mientras la idea terminaba de cuajarse en su joven mente y lanzo un aullido al cielo.

-¡Seré Un Olvidado!

Como quien se delata a sí mismo, fue visto por cientos de ojos a su alrededor. Ya no era invisible en aquella ciudad. El tráfago cesó y la ciudad lo Vio claramente. La carnívora, bárbara, fétida ciudad lo vio. Baltazar regresó corriendo sin detenerse. Las aceras se movían como lenguas babeantes de asfalto crudo, las grietas de las aceras abrían sus escamas de cemento tornasolado de orines, las casas se prendían en llamas y movían sus ventanas, La ciudad ahora se abría y se reía intimidándolo, Manoseándolo, Extorsionándolo, y Llevándoselo en un tobogán de Gritos sangre y trafago de muertos fermentados por la ciudad viva.
Sucia ciudad que acecha por las noches a los que se dan cuenta que no hay salida.
Un zapato muerto fue el último vestigio que dejó, balbuceaba Richard al día siguiente, mientras se burlaban de él.